QUÉ ES LA LACTANCIA ARTIFICIAL?

«Cuánto» y «cada cuánto» son dos interrogantes básicos que se plantean al decidir criar con lactancia artificial. Las respuestas son semejantes a las que se dan en la lactancia materna:

-Tanto con pecho como con mamadera, salvo en los primeros días de vida y en caso de enfermedad, el apetito del bebé es quien mejor regula sus necesidades y todos los cálculos que se puedan hacer al respecto son aproximaciones. Por eso, basta con ofrecerles una cantidad generosamente calculada y dejar que sea el propio bebé quien decida. Y también por eso:

No hay que extrañarse de que unas veces tomen menos que otras ni intentar forzarles nunca; criados al pecho, tampoco maman siempre lo mismo.

No hay que insistir lo más mínimo para que se acaben las mamaderas. Uno de los inconvenientes de la lactancia artificial es que, al serles más fácil obtener su alimento, tienen tendencia a comer más de lo que necesitan.

No hay que alarmarse porque coman menos de lo que indica la etiqueta del bote, referido a veces a los niños de más peso dentro de cada grupo de edad, y que en todo caso remite al pediatra (que a su vez, tras corroborar el buen aspecto del bebé, aconsejará guiarse por su apetito).

-También es el bebé quien mejor regulará la frecuencia de sus tomas, que con lactancia artificial se espacian antes, debido a que la leche se digiere con mayor lentitud. Pero, del mismo modo que con el pecho:

Los primeros días no conviene dejar pasar más de tres horas sin ofrecerles alimento, porque su falta de demanda también puede ser debida a falta de energía para reclamar lo que precisan.

Pronto se espacian las tomas, a medida que aceptan biberones más grandes. Con los límites que pone la capacidad de su estómago, es lo mismo que tomen 90 mililitros de leche cada tres horas, que 120 ml cada cuatro.

Cuando se observa que el bebé se acaba todas las mamaderas y se queda inquieto o aguanta menos hasta la toma siguiente, debe aumentarse el volumen de leche que se le ofrece. La mayoría no pasan de 90 mililitros durante el primer mes, ni de 180 ml en el primer trimestre.

Cualquier horario al que se les quiera adaptar debe ser flexible. Si es inhumano hacer esperar a un niño que tiene hambre, tampoco es muy lógico despertar a un niño para satisfacerle una necesidad antes de que la haya sentido, aunque en ocasiones sea conveniente y no suponga mayor problema.

Autor: CHOCOLETTE